¿Qué fue lo más desafiante de escribir un relato de ciencia ficción especulativa dentro de esta antología?
Encontrar premisas verdaderamente originales dentro de un género tan explorado. Con tantos referentes, había que hallar ángulos nuevos para hablar de temas como la IA, la sobrepoblación, la salud, el control estatal o el cambio climático, y lograr que resultaran frescos, sin que las inquietudes abordadas por las historias quedasen obsoletas ante el rápido avance de la ciencia. El tiempo dirá cuán lejos o cerca queda ese futuro. Otro reto importante fue no quedarnos fascinados con el “dispositivo” científico y perder de vista lo esencial: que la mejor ciencia ficción es profundamente humana.
El libro recorre escenarios tan diversos como Berlín, Miami o Valencia. ¿Por qué fue importante situar las historias en lugares concretos?
El libro contiene una diversidad de voces, de cuentos escritos desde distintos países, que unen perspectivas universales como sabores locales. De hecho, parte del propósito de Bandapalabra y del trabajo autoral, fue crear una antología que dialogara con el imaginario latinoamericano, un territorio donde la ciencia ficción aún se percibe como ajena. Queríamos demostrar que también desde Latinoamérica se pueden imaginar futuros posibles, con inventos y dilemas que surjan de nuestra propia realidad.
¿Cómo encontraron el equilibrio entre imaginación y verosimilitud al proyectar un futuro posible?
Nuestra pauta fue “aterrizar el futuro”. Nos dimos permiso de imaginar libremente tecnologías e inventos, pero siempre como telón de fondo, no como la premisa principal. Lo importante era narrar el impacto humano: cómo nos sentiríamos al enfrentarnos a algo imposible que de pronto se vuelve real. Puede que el artilugio de cada cuento hoy sea inverosímil, pero la reacción humana ante el mismo se siente auténtico y creíble.
Amanécera y veremos mezcla humor, romance, suspense y cinismo. ¿Qué tono eligieron ustedes y qué buscaban transmitir con él?
Más que un tono único, construimos un mosaico. Cada autor aportó su propio sabor, y esa diversidad es parte de la esencia de Bandapalabra. En conjunto, el libro transmite humanidad: una obra coral donde convergen distintas generaciones, culturas y creencias. Como en un menú degustación, cada lector conectará con relatos distintos; el valor está en esa variedad que hace de la experiencia algo genuino.
El subtítulo plantea que “la ciencia podría hacer realidad” estos futuros. ¿Qué relación creen que debe existir entre literatura y ciencia?
Creemos que la literatura actúa como una conciencia que acompaña a la ciencia, recordándole las consecuencias sociales, éticas y naturales de su avance. Si la ciencia imagina cómo llegar a un lugar, la literatura de ciencia ficción explora cómo será recibido ese logro y cómo nos transformará como individuos y como sociedad. La ficción especulativa no solo inspira avances reales, sino que también nos invita a reflexionar si debemos hacer todo lo que podemos hacer.
¿Qué temores o esperanzas sobre el mañana se reflejan en sus relatos?
Hay inquietudes comunes sobre el poder tecnológico y su posible mal uso, así como la preocupación de que nuestras creaciones escapen a nuestro control. Algunos relatos muestran al individuo triunfando sobre el sistema; otros, una resignación más pragmática. Pero en el libro hay de todo, porque no quisimos que la antología te dejase con un único sabor de boca. En otras palabras, no nos quedamos solo en la distopía: también hay historias luminosas, humorísticas o románticas. La antología propone un diálogo entre nuestra realidad con el mundo de los personajes, tan válido en el futuro como ahora.
¿Qué autores o lecturas influyeron más en su manera de concebir la ciencia ficción especulativa?
Nos inspiran obras como Flowers for Algernon, Solaris, Eternal Sunshine of the Spotless Mind, y After Yang, por dar ejemplos. Cada autor tiene sus referentes, pero coincidimos en una premisa: la ciencia ficción debía partir de experiencias humanas y cotidianas, no de aventuras espaciales, ni invasiones extraterrestres (que también nos encantan, todo sea dicho). Por eso, insistimos en basar la sci-fi en vivencias personales que inviten a personas que normalmente no conectan con este género a adentrarse en historias donde la tecnología es solo el pretexto para explorar dilemas éticos y emocionales profundamente humanos.
La obra reúne voces de distintas partes del mundo. ¿Cómo enriquece esa diversidad cultural la mirada sobre el futuro?
A diferencia de la dirección que está tomando el mundo, en Bandapalabra nos encanta la democracia y la variedad de voces. Esta diversidad de procedencias amplía el abanico de miradas sobre un mismo tema: nuestro porvenir tecnológico. Nos interesa que cada autor escriba desde su contexto, sin restricciones, y que esa pluralidad revele cuántas formas distintas hay de imaginar lo que viene. Leernos entre nosotros nos enseña tanto las diferencias culturales como los puntos en común: los sueños, temores y esperanzas que compartimos como habitantes de esta canica espacial. Esa convivencia de perspectivas es, para nosotros, un acto de política creativa.
¿Qué aprendizaje personal se llevan de haber participado en este proyecto colectivo?
Un proyecto así pone a prueba el ego. Trabajar junto a tanto talento inspira y obliga a dar lo mejor de uno mismo. También aprendimos a decir que no: hubo que descartar historias que, aunque muy valiosas, no aportaban la diversidad temática que buscábamos. Y, sobre todo, entendimos que coordinar tantas voces es un ejercicio de paciencia, que en nuestro caso llevó años, y que se sostiene por amor al oficio narrativo.
¿Qué esperan que el lector experimente o reflexione al cerrar el libro?
Queremos que el lector cierre el libro con esa mezcla de satisfacción y melancolía que deja una buena lectura: la alegría de haber conectado con algo significativo y la tristeza de que se haya terminado. La portada, inspirada en los test de Rorschach, sugiere múltiples interpretaciones, al igual que el título, Amanecerá y veremos, que puede leerse como optimismo o como cautela.
Más que provocar ansiedad por el futuro, buscamos invitar a la reflexión: pensar en lo que podemos cambiar, aceptar lo que escapa a nuestro control y, sobre todo, disfrutar del viaje narrativo. Queremos que la lectura se sienta como una montaña rusa en la que se pasa un poco de miedo, se echan unas risas, se sufre, se goza, y, en su brevedad, tal vez den ganas de volver a subirse.
Si esta antología logra abrir el apetito por la ciencia ficción latinoamericana, ¡misión cumplida! Y, claro, esperamos que quien la lea se enamore de Bandapalabra y quiera seguir explorando los cuentos que lo esperan en nuestra página web.

